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Gracias y Hasta siempre: Lecciones de vida

LLevo dos semanas desaparecida, lo sé. Han sido dos semanas de paro obligatorio, tristes y difíciles para mí. Por eso te escribo este post titulado Gracias y Hasta siempre: lecciones de vida. Para explicarte qué me ha pasado y cómo lo he vivido. Para pedirte disculpas por no haber estado, y para volver a estar, compartiéndolo contigo.

En mi casa somos 7 de familia: Óscar, Andrea, Misky, Wateke, Achuchón, Zalamera y yo. Y digo somos 7, porque aunque Misky ya no esté, seguirá formando parte de ella para siempre.

La semana pasada, Misky se enfermó, así, de repente. Fueron unos días terribles, viendo como día a día, nuestra viejita se apagaba, hasta que llegó el viernes y ese momento tan duro,  en el que todos los que tenemos animales, nunca queremos pensar.

Después de 13 años juntas, tuvimos que decidir poner fin a ese sufrimiento. Es difícil, mucho.  Te encuentras en esa encrucijada: por un lado no quieres dejar de verla y quieres seguir haciendo todo lo posible, y por otro, algo dentro de ti, sabe que no se puede hacer nada más y que deberías acortarlo ya.

Una batería de pensamientos, recuerdos, sentimientos… Vienen a ti, como una metralleta, sin descanso, y mientras, el tiempo corre… Dándote la sensación de que estás en una pesadilla de la que no te puedes despertar. Hay momentos para la culpa, para el arrepentimiento, y dolor, mucho dolor.

Para mí, y para las personas que tenemos animales, no estamos hablando de mascotas. Estamos hablando de una parte de tu familia. De un ser que ha ocupado un espacio en tu vida, en tu casa y en tu corazón, cada día,  durante 13 años.

Alguien con quien llegas a un nivel de compenetración tal, que con una mirada, ya sabes lo que quiere o necesita en cada momento. Alguien que te ha entregado su vida, que la ha puesto en tus manos, y que lo único que ha hecho, ha sido llenar la tuya de amor.

Finalmente, y tras un debate mental y emocional intenso, ganó el Amor incondicional. Y digo debate, porque la mente te dice mil cosas y el corazón otras mil. La mente intenta llevarte a su campo, el racional, buscando salidas, opciones, excusas, para no tener que hacerlo. O para en el caso de hacerlo, o no arrepentirte, o sentirte fatal.

La emoción, es auténtica, innata, pura, y aunque sea una tristeza infinita, te da la información que necesitas sobre lo que está ocurriendo. Cuando miras a los ojos, a la carita del animal, y sientes un dolor profundo, una tristeza inmensa, por verlo así, no hay excusas que valgan. Ya no importas tú, ni tu mente, ni nada más: sólo él y lo que necesita en ese momento.

 

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Recuerdo que me pasé desde esa mañana pidiéndole al oído, que me diera una señal. Que me ayudase a tomar la decisión. Ya no maullaba ni se levantaba.

En el momento en el que lo decidimos, a última hora de la noche,  se levantó mirándonos a mi hija y a mi, y soltó un maullido, el más triste que oí jamás. Gracias Misky, por darme el visto bueno, por apoyarme en ese momento. Pero sobre todo gracias por permitir que me enfrentara a ello primero, desde tu silencio.

Ese día fue uno de los más tristes de mi vida. Y fue el más triste de la vida de mi hija, que creció junto a ella, desde que tenía 5 años. Sin embargo, no tengo más que un sentimiento inmenso de agradecimiento, cuando lo recuerdo.

Ver cómo tu hija saca fuerzas y todo su amor, y decide al unísono, que lo mejor para alguien tan importante para ella, es dejarnos, es un regalo. Ver cómo antepuso a su «hermana» antes que a su propio dolor, es lo más hermoso que esa experiencia nos regaló. Ver cómo se despidió, dándole tranquilidad y amor,  y no la abandonó hasta el último momento, acariciándola y diciéndole que se fuera tranquila, que la querría para siempre… Me llena de felicidad y emoción.

Ver cómo poco a poco lo va gestionando, dando espacios a la tristeza, pero también a los recuerdos alegres y al Amor infinito que sintió y siente por ella, es el mayor aprendizaje y el mejor regalo que la Misky nos dejó.

Hemos pasado estos días de duelo juntas. Y seguro que aún habrá momentos en los que nos pueda más la tristeza y el echarla de menos. En que pasemos de estar bien a volver a llorar al sentirnos tristes porque ya no está aquí. Es normal. Todo proceso de duelo lleva su tiempo. Ha sido duro, pero es otra experiencia más que nos une y nos hace crecer juntas.

Una persona me dijo esa semana, que es tan duro, porque no sólo estás diciendo adiós a tu gatita, sino a toda esa etapa de tu vida, que has vivido a su lado. Puedes tener otros gatos, y vivir muchos años con ellos, queriéndolos hasta el infinito también. Pero esa, es otra etapa de tu vida. Con la Misky, se fue también la infancia de mi hija, y todo lo que vivimos juntas durante esos años. Y eso me trae a la mente, de nuevo, mi post sobre el desapego.

Andrea cumplió años una semana después, 18. Y a pesar de la tristeza y el dolor, estoy segura de que la Misky le dejó como regalo, además de todos los recuerdos y su amor, una lección de vida que la acompañará siempre y la conformará aún más como la persona maravillosa que es: el saber decir Gracias y Hasta siempre.

 

1Comment
  • Mary
    Posted at 15:58h, 09 mayo Responder

    Precioso Patry.
    Entiendo perfectamente tus sentimientos y agradezco que los compartas con nosotros.
    Tienes la virtud de saber expresar en palabras algo tan hermoso y profundo como son las emociones y lo haces de tal manera, que cada linea contiene una enseñanza. Un aprendizaje.
    Llevas al que te lee, a una reflexion y analisis profundo de sus propios sentimientos.
    Enhorabuena una vez mas, y por favor, no dejes de escribir.
    Un abrazo,

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